Los equilibrios en la política son más que necesarios para evitar un estado totalitario. Es decir, para que un gobernante tenga un freno ante su desmedida intolerancia y su creciente soberbia. Y es que es normal que alguien que se convierte en líder político pierda la razón y se considere Dios en el poder. Ejemplos de pérdida de la razón, existen en la historia de la humanidad. Tal vez el más reciente es el de Adolfo Hitler.
Comparar a México o a Puebla con la Alemania de Hitler sería una exageración, pero como en toda relación humana, lo más parecido a la realidad es lo más posible. Felipe Calderón pensó en combatir a la delincuencia y lo ha hecho, de manera desordenada y lo peor obsesiva, con pésimos resultados para la tranquilidad de este país. Claro varios de sus antecesores, no se liberan de la locura que les embriaga cuando tienen el poder.
Así es que lo mejor para este país, son los equilibrios. Por ello, en caso de que la presidencia de la República la gane el priista Enrique Peña Nieto o el perredista Andrés Manuel López Obrador, habrá un equilibrio de fuerzas políticas en la entidad.
El gobernador no dejará de serlo. Los alcaldes continuarán en sus puestos, pero el número de diputados federales puede modificarse y más aun, vendrá una limpia generalizada en las delegaciones de las dependencias del gobierno federal. Así es que habrá muchas oportunidades para los priistas o los perredistas de acomodarse en esas muy cómodas posiciones que son las delegaciones federales.
Pues bien, una vez vengan los cambios y los panistas tengan que dedicarse a otra cosa, habrá muchos cambios en las delegaciones, aunque sólo dos se mantendrá en el cargo: el delegado del ISSSTE y la delegada de Capufe. Por los demás, el gobernador no meterá las manos, pues estará más ocupado en quedar bien.
El Verdugo
Los efectos de la delincuencia organizada cada vez alcanzan más a Puebla. Son como la humedad. El Verdugo dice: no nos salvamos, ni con la bendición del Papa. Gracias
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